Espectacular Cata Yerbatera "por los caminos de la Yerba Mate" escrito por la historiadora Karina Dohmann
"Agradecemos a todas las personas que participaron de
la Cata Yerbatera en la Estancia Santa Inés, valoramos el esfuerzo y las ganas
de participar de los socios y amigos de Montecarlo, Puerto Rico, Jardín
América, San José y Posadas. Gracias a todos. Y den por seguro que tendremos en
cuenta el cerrado aplauso con el cántico de: que se repita, que se
repita..."
Gracias por el apoyo y el aliento incondicional.
La ARYM
Relato de una espectacular cata yerbatera de la ARYM
Por Karina Dohmann.
“Por los
caminos de la yerba mate”
Estancia de Santa Inés
Salimos de la ciudad. Dimos un paso al
costado de la ruta y nos adentramos por un sendero travieso, algo oculto y
silencioso. Camino de tierra colorada. Huellas de otros tiempos de pujanza y
sudor. Un retazo de selva inventada en un paraje de campo desolado. Creo oír
voces en guaraní y un conocido olor a torta frita. Pasamos por delante de las
casas de los antiguos peones de la estancia Santa Inés. Aquí y allá los
galpones, que fueron depósitos y las instalaciones donde estuvieron los
barbacuás. A lo lejos del camino una capilla. Y mi guía que es Mili salpica el
recorrido con los recuerdos de su infancia.
Llegamos a la casa principal, nos detenemos
en sus magníficos alrededores y nos invitan a entrar. Nany y Andrea en la
bienvenida. Julio y Nilda además.
Ya nos encontramos todos sentados en ronda en
la amplia sala de la casa de los Núñez-Acuña, una casona inglesa de comienzos
del siglo XX. Sillones muy cómodos con grandes flores de colores en tono
pastel. Todo dispuesto para la catación. Julio nos hace arribar desde España
con el viaje de don Pedro de Mendoza, remontar el Paraná con Ulrico Schmidel,
internarnos en el Paraguay y descubrir las plantas de mandioca, el pan del
país. A los hombres los entretiene con las hermosas indias que los retienen
para siempre. Ya quedamos atrapados en la selva, con el melodioso encanto
guaraní. Alejandro va preparando el primitivo mate de yerba verde, rebalsada de
agua fresca, sorbida con una delgada caña de bambú. Es tan solo la primera
vuelta, de otras tantas que vendrán envueltas en otras historias, cuya
madeja va deshilvanando Julio. Recorremos los yerbales jesuíticos, los
esfuerzos de Aimé Bonpland y el llamado del oro verde a comienzos del siglo
XX. Todos los intentos por reanimar el cultivo, como Thays. Nos cruzamos
las fronteras, podemos ver los contrabandos y las crisis yerbateras.
Mientras tanto se prepara la siguiente ronda.
Alejandro se encarga de la ciencia.
Explica los requisitos para catar, es decir,
degustar “objetivamente” un mate. Ello requiere de todo un procedimiento: un
medio “neutro”, y esta condición la presentan los materos de cerámica o de
vidrio ya que estos materiales no interfieren en el sabor de la yerba, y la
bombilla de acero inoxidable. Ahora tiene lugar la siguiente ronda, ya con agua
caliente, en la que se suceden las yerbas según todas sus variantes. Hacen su
más auténtica presentación, que resulta de su particular trayectoria, la que
comienza con su plantación. Yerba de monte y yerba de campo. En cuanto a los
procesos se diferencias las que son de secanza artesanal y secanza en cámara.
Luego viene el estacionamiento que puede ser natural o acelerado. Finalmente la
molienda más fina o más gruesa, con palo o solo de hoja, interviene en el sabor
que será suave o fuerte. Cada prueba se “corta” con la ingesta de un trozo de
manzana verde que sirve para neutralizar la siguiente catación.
Como un desfile de aromas, colores e
intensidades, cada cual se queda con el gusto de haber compartido una tarde con
puro sabor a yerba mate.
Dicho de otra manera, una catación de yerbas
es:
Recorrer
la historia
de
un sabor.
Saborear
la memoria
de
nuestra región.
Es
volar con los colibríes
que
suspenden su aliento
para
beber el elixir
en
cada flor.
Es
detenernos a percibir
el
aroma y el color
de
un dulce amargo fluir
por
nuestro interior.
Es
permitirnos sentir
esa
savia deliciosa
que
se deshace jugosa
y
nos hace reír.
Es
la tarde, es el remanso
en
que tomamos un descanso
para
poder seguir.
Es
perfume y verdor
de
la selva en flor
que
rodea de encanto
como
un suave manto
una
noche de amor.
Karina
Dohmann
(escritora e historiadora de Puerto López - Paraguay)
Estancia
de Santa Inés, Ruta de la yerba mate, 04 de octubre de 2014.