Entre mates y glaciares: un científico correntino en la Antártida

Andrés Fridlmeier llegó a Base San Martín en febrero y permanecerá hasta 2016. Se ocupa de medir radiaciones ultravioleta y estudiar la capa de ozono. Entre el frío y la poca luz, disfruta de una aventura que incluye jugar al fútbol y tomar mate sobre el mar congelado.
LA BASE SAN MARTÍN ES LA SEGUNDA MÁS AUSTRAL. QUEDA A 1.500 KILÓMETROS DE USHUAIA.
LA BASE SAN MARTÍN ES LA SEGUNDA MÁS AUSTRAL. QUEDA A 1.500 KILÓMETROS DE USHUAIA.
Dora Alcaje
Redacción de época
Cuando Andrés se levanta por la mañana, afuera hace menos de 60 grados bajo cero. El mate recién preparado, con su sabor a tierra correntina en cada sorbo, lo devuelve por un rato a Colonia Liebig, donde vive su papá y sus dos hermanas más chicas.
Aunque los días son rutinarios en Base San Martín, la segunda más austral de la Antártida, esa región inhóspita y congelada también ofrece aventuras como las de navegar sobre algún trozo de glaciar a la deriva o fotografiar la luna llena iluminando el hielo y el mar, en un solo paisaje plateado.
En Base San Martín viven 18 personas y 16 de ellas son militares. Los otros dos habitantes son científicos: Nicolás Biancotti y Andrés Frildmeier, un joven de 27 años nacido en Río Gallegos pero profundamente ligado al suelo correntino. Con la carrera de ingeniería electrónica casi terminada, decidió vivir la aventura de aplicar sus conocimientos en una experiencia de más de un año en ese lugar.
Andrés contó la vivencia en primera persona en una carta que divulgó la Asociación Argentina Ruta de la Yerba Mate. Allí relata los pormenores de la experiencia.
Y su padre, Esteban Fridlmeier, representante correntino en el Instituto Nacional de la Yerba Mate y referente de la cooperativa Colonia Liebig (donde se elabora la yerba mate Playadito), comentó a época cómo fue la llegada de Andrés hasta el Polo Sur. “En la Base, Andrés cumple el cargo de Jefe de Laboratorio. Su trabajo consiste en tomar mediciones de distinta naturaleza. Es un gran orgullo que mi hijo esté ahí cumpliendo su sueño. El pidió vivir esa experiencia y pudo concertarla tras haber pasado exámenes académicos y psicofísicos”, relató.
“Nació en Santa Cruz, vivió parte de su infancia en Bariloche y la secundaria la cursó en el instituto Vuelta del Ombú, en Virasoro, aunque vivía en Liebig, haciendo la vida de niño rural”, contó el papá, quien definió al científico de 27 años como “buen ciclista, jinete, esquiador y muy atraído por el turismo de aventura”.
Gracias a un vecino de cuando vivían en el Sur, un comodoro de la Fuerza Aérea, se iniciaron los contactos a pedido de Andrés y luego llegó el momento de trasladarse a la Base Antártica.
“En nuestra familia, el afecto no se deja de demostrar nunca. Pero así como nuestros padres nos criaron independientes, no somos de coartar las iniciativas por extrañarnos. Nos queremos como siempre y nos apoyamos en los desafíos”, expresó Esteban, quien aseguró que pasará hoy un Día del Padre junto a sus hijas más pequeñas en Liebig, brindando por los hermanos que están lejos. Es que además de Andrés, Matías – el primogénito – vive y trabaja en Munich (Alemania) y otros dos niños, de 12 y 15 años, están en Apóstoles. “Haremos un asadito para compartir en familia y será en parte un homenaje a ellos, que me dieron la paternidad”, aseguró Esteban.
EPC210615-033F13Un mate entre glaciares
Los siguientes párrafos son fragmentos del relato de Andrés, dirigido a la Asociación Ruta de la Yerba Mate, desde donde se difundió la historia del joven correntino en la Antártida.
“Actualmente me encuentro en la Base San Martín, es la segunda base más al Sur que tiene Argentina, aproximadamente a 2.500 kilómetros del Polo Sur y 1.500 de Ushuaia, con 18 personas, 16 de los cuales son personal militar.
Vine aquí con otro civil como personal científico de la Dirección Nacional del Antártico, al laboratorio multidisciplinario de la base, cuyas tareas son el estudio de la densidad electrónica de la atmósfera superior, mediciones de ozono, oxido nitroso y radiación UV de las diferentes capas atmosféricas, mediciones del campo magnético terrestre, silbidos cósmicos, variación de mareas, sismología y jalonamiento de glaciares para medir su desplazamiento.
En cuanto a tareas generales, dos veces por mes a cada uno de los integrantes de la dotación le toca hacer la limpieza de la base, servir las comidas del día, lavar los platos y ayudar al cocinero. Otra tarea, en este caso grupal, es hacer hielo, consiste en buscar témpanos que se desprenden del glaciar que está cerca de la base, picarlos, derretirlos y llenar los tanques de agua dulce para consumo, lavar ropa, cocinar y ducha.
Las temperaturas en un principio eran bastante agradables (entre 5ºC y – 5ºC) pero a medida que nos acercamos a la noche polar (entre los meses de junio y agosto tenemos oscuridad total las 24 horas), la temperatura va descendiendo llegando hasta los -60ºC y vientos de hasta 280 km/h. Actualmente estamos con 4 horas de luz (amanece a las 11 y ya es de noche a las 15), donde el sol no se ve, únicamente hay claridad.
Pese a las bajas temperaturas el ambiente aquí es agradable y se realizan actividades de esparcimiento acorde a las condiciones: jugamos al fútbol en el mar congelado, partidos de ping pong, pool, metegol, dados, juegos de mesa y por supuesto los domingos se come asado y se ven partidos.
La vida aquí es simple, acotada a las cosas que ocurren dentro de la base, aunque las preocupaciones son pocas, teniendo siempre presente de alguna manera los problemas que ocurren en el continente (con Internet y TV no se siente tanto el estar aislado).
La mayoría de las personas aquí tienen familia, por lo que estar en la Antártida un año les requiere mucho mayor esfuerzo del que por ahí me significa a mí, pero estar sirviendo al país en este lugar inhóspito y aislado fue una decisión que cada uno tomó y de la cual me siento profundamente orgulloso.
En el laboratorio, el mate nos acompaña todo el día y no falta ocasión para cargar el equipo en la mochila e ir a tomar mate sobre el mar congelado.
Abrazo desde el otro lado del mundo”.
Andrés Francisco
Fridlmeier