Antonio Tarragó Ros se presenta mañana en Tigre como parte del “Km 0 de la Yerba Mate”.


La lucha por el medio ambiente y su lugar de referente: “Soy el Cocomarola de hoy”.

08 de Julio | Pablo Andisco | EL ARGENTINO ZONA NORTE

“Hay que prestarle más atención a la música popular que a la popularizada”

 


“Hay que prestarle más atención a la música popular que a la popularizada”

“Perderse el amanecer es un pecado. Escuchar cantar a los pájaros y sentir los aromas a pleno, es corresponder el saludo del mundo y aceptar su invitación a pasar”. Como todos los días, Antonio Tarragó Ros se levantó a las 6, una costumbre que trae desde Curuzú Cuatiá, tan arraigada como la siesta correntina. Referente del chamamé, actuará mañana en “Km 0 de la Ruta de la Yerba Mate”, el espectáculo en el que se celebra la infusión patria. “La yerba mate es lo más nuestro que hay. Miralo al Che Guevara, hablaba como cubano, fumaba habanos, pero el mate no lo perdió. Ahí está la esencia, y no es sólo una cuestión gastronómica, sino que es un rito de ‘enchamigación’ con el otro y de encuentro con uno mismo”, explica el autor de “Canción para Carito” y “María va”, entre otros clásicos del cancionero popular.

-¿Cómo combina el madrugón con su profesión de músico, tan ligada a lo nocturno?

- Al alba no encuentro a nadie despierto, entonces escribo, tomo mate, compongo melodías.  Siempre me tuvo preocupado la cuestión ambiental y recibí con tanto entusiasmo la encíclica del Papa sobre el medioambiente, que empecé a desempolvar “Naturaleza”, mi obra en la que combino música, flora y fauna en peligro de extinción.

-¿Quién corre más riesgo: la música o la naturaleza?
-La música, porque ahí es todo mucho más engañoso. Todo aquel que no tiene formación clásica en un género, le pone su impronta y le agrega mucho, pero también le quita, y ese es un dilema maravilloso. La música criolla puede aportar lenguajes diferentes a la uniformidad que propone el sistema, y para eso hay que prestarle atención a la música popular más que a la popularizada.

-¿Cuál es esa diferencia?

-Es un aporte del poeta Héctor Tizón. La popular es la que se fue transmitiendo y transformando por generaciones. La popularizada es la impuesta por los medios, con más o menos presión. La popular sería la tarantela o el pasodoble, que vinieron en el corazón y en las valijas de los inmigrantes. La popularizada, es el “love you yeah yeah yeah” (tararea al ritmo de Los Beatles).

-Sin embargo usted tuvo un acercamiento al rock.

-He bebido mucho en el rock, y me deslumbró esa búsqueda por pelearle a la invasión, esa intención de mearla para hacerla propia. Porque es una música linda, no jodamos. Ahora siento que en estos años hay una tendencia al revés, a ver cómo hago parecer el folklore de acá a lo norteamericano.

-¿No pueden convivir esas dos maneras?

-Sí, y me gusta la dinámica. ¿Quién no se va a la banquina y regresa a la ruta? ¿Y cuál es mejor? Por la ruta se va más ligero, pero en la banquina crece el pasto. Creo que todo pasa por la buena intención. Es como traerte una plantita de la casa de un amigo y plantarla en tu jardín. No deja de ser tu casa, pero tiene otro color.

-¿Cómo ve al chamamé en esa coyuntura?

-Por mi edad, tengo un laburo medio desgraciado en el que tengo que cuidarme mucho porque soy un referente. Soy el Cocomarola de hoy, y siento que los jóvenes me miran, porque además de ser creativo, soy exitoso.

-¿Cuándo notó eso?

-De a poco y desde el dolor, cuando empezaron a irse algunos tipos y los padecí muchísimo, como Yupanqui,  Ariel Ramírez, el Cuchi Leguizamón. De esto hablamos siempre con Landriscina, y él me hizo ver que ahora nosotros somos los viejos.

-¿Qué tiene que tener una canción para trascender su tiempo?

-Es bastante inexplicable lo que pasa. Alguien dijo que un libro es tantos libros como veces es leído. La otra vez vino un pastor y me empezó a hablar de un Dios alegre, y yo le pregunté: ¿quién es tu Dios, Tinelli? Porque tengo entendido que Dios me mandó su hijo para que muera por mí, y no sé si eso es alegre. El dolor tiene mala prensa, pero te hace crecer.